Son días de mucho trabajo, mil variables en el aire y poco oxígeno respirable,
una mudanza en el horizonte y un par de piernas y pulmones que gritan
libertad desde esta silla negra giratoria de oficina.
Y pienso que me apetece un amanecer en la montaña,
una carrera larga y tranquila por el maigmó, empezando de noche,
entre las sombras de los árboles y los pirmeros cantos de los pájaros,
con ese olor húmedo de la primera hora de cualquier día de agosto,
sintiendo como poco a poco el calor auyenta esa sensación
de frescor para imponer su ley de forma rotunda hasta
que el sol decide echarse a dormir.
Tengo ganas de correr tranquilo y dejarme llevar, sentirme parte
de la vida que me rodea de una forma relajada y haciendo lo que mas
me gusta, en silencio, escuchando sólo mis pisadas.
Mañana ya es viernes y la semana que viene cojo vacaciones…
Me hacen tanta falta.
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